miércoles, 9 de diciembre de 2009

MISTICOS ESPAÑOLES

Yo toda me entregué y di,
Y de tal suerte he trocado,
Que mi Amado para mí
Y yo soy para mi Amado.


En esta soledad con Dios, culmina la aspiración que mueve al místico y ocasiona sus goces y desalientos. Y así lo siente Santa Teresa y lo expresa en sus poesías y en el relato de su vida que ella misma hace por mandato de su confesor:


“Quiere Dios por su grandeza que entienda esta alma que está Su Majestad tan cerca de ella, que ya no ha menester enviarle mensajeros, sino hablar ella misma con Él, y no a voces, porque está ya tan cerca, que en meneando los labios la entiende”.

“Querría ya esta alma verse libre; el comer la mata; el dormir la acongoja; ve que se le pasa el tiempo de la vida pasar en regalo, y que nada ya la puede regalar fuera de Vos; que parece vive contra natura, pues ya no querría vivir en sí sino en Vos”.


Teresa de Ahumada nació en Ávila, el 28 de Marzo de 1515
. Desde temprana edad, quizás influenciada por la afición de su padre a la lectura, solía leer vidas de santos que causaron en ella una gran impresión, hasta el punto de que junto con su hermano Rodrigo, con el que compartía juegos y sueños, decidieron que deseaban convertirse en mártires para conquistar la gloria eterna y para conseguirlo abandonaron su casa para dirigirse a tierra de moros con las esperanza de morir por la fe. Su viaje fue corto, pues llegados a Adaja se toparon con su tío que rápidamente los devolvió al lado de sus padres.
 Esto no desanimó a Teresa que planeó construir en el jardín de su casa una celda para poder vivir como ermitaños, proyecto que también fracasó, pero desde entonces, Teresa empezó a amar la soledad.


La madre de Teresa murió cuando ésta tenía catorce años lo que la afectó en extremo y así lo cuenta ella misma:

 “Como yo comencé a entender lo que había perdido, afligida fuíme a una imagen de Nuestra Señora y supliquéla fuese mi madre, con muchas lágrimas. Paréceme, que aunque se hizo con simpleza, que me ha valido…..”


 
Por aquella época, ella y su hermano comenzaron a leer libros de caballerías y fue tanta su afición que así lo reconoció al escribir sobre su vida :
” ….y apréciame no ser malo, con gastar muchas horas del día y de la noche en tan vano ejercicio, aunque escondida de mi padre. Era tan en extremo lo que en esto me embebía, que, si no tenía libro nuevo, no me parece tenía contento.”
y dice además sobre lo mucho que le influían estos libros :
”Comencé a tener galas, y a desear contentar en parecer bien, con mucho cuidado de manos y cabello y olores y todas las vanidades que en esto podía tener ...."