lunes, 25 de abril de 2016

WHITMAN, Walt. POSTRERA INVOCACIÓN















Al fin, dulcemente,
dejando los muros de la fuerte mansión almenada,
el duro cerco de las cerraduras, tan bien anudado;
la guardia de las puertas seguras,
sea yo liberado en los aires.
Con sigilo sabré deslizarme;
pon tu llave suave en la cerradura y, con un murmullo,
abre las puertas de par en par, ¡alma mía!
Dulcemente -sin prisa-
(carne mortal, ¡oh, qué fuerte es tu abrazo!
¡oh amor! ¡cuán estrechamente abrazado me tienes!)

viernes, 1 de abril de 2016

Machado, Antonio. Acariciando el sueño



Leyendo un claro día
mis bien amados versos, 
he visto en el profundo 
espejo de mis sueños 

que una verdad divina 
temblando está de miedo, 
y es una flor que quiere 
echar su aroma al viento. 

El alma del poeta 
se orienta hacia el misterio. 
Sólo el poeta puede 
mirar lo que está lejos 
dentro del alma, en turbio 
y mago sol envuelto. 

En esas galerías, 
sin fondo, del recuerdo, 
donde las pobres gentes 
colgaron cual trofeo 

el traje de una fiesta 
apolillado y viejo, 
allí el poeta sabe 
el laborar eterno 
mirar de las doradas 
abejas de los sueños. 

Poetas, con el alma 
atenta al hondo cielo, 
en la cruel batalla 
o en el tranquilo huerto, 

la nueva miel labramos 
con los dolores viejos, 
la veste blanca y pura 
pacientemente hacemos, 
y bajo el sol bruñimos 
el fuerte arnés de hierro. 

El alma que no sueña, 
el enemigo espejo, 
proyecta nuestra imagen 
con un perfil grotesco. 

Sentimos una ola 
de sangre, en nuestro pecho, 
que pasa... y sonreímos, 
y a laborar volvemos.