lunes, 5 de octubre de 2015

ACCATTOLI, Francesco. PASEANDO POR EL VIEJO BARRIO



                                                                      a Jaime Gil de Biedma
Me sigues con ojos de tierra
quemada, abierta,
en la serena posición de la sonrisa,
una línea sutil que mira el mar,
divide el poder, lo convierte en un campo
de trigo dorado.
Me cuentas como fueron los veranos,
me quedo quieto a escuchar,
y cada sensación llega
acariciándome las sienes
Y cada sensación es suave,
apoyada en tu espalda,
a lo largo de los brazos, en la elegancia
de los dedos, de los tobillos;
regresa la luz, si te observo bien,
explota el blanco entre tus collares.
La indecisión. Después sigue la trasparencia.
Un poco de agua
detiene el respiro agitado;
muere la ciudad en sombras individuales,
las estradas se hacen estrechas, conectadas
a las plazas con paciencia.
Paseamos con un viento vacío
a las espaldas,
en el centro exacto de la paz.
Una casa de dos caras, una mirada más,
damos un nombre nuevo a las cosas
si nos sentimos valientes.
Amanece por doquier,
justo mientras regresan
los pájaros a su rama,
y las parejas desgraciadas.