jueves, 2 de octubre de 2008

LUIS CERNUDA. LIMBO




                                                        A Octavio Paz

La plaza sola (gris el aire,
negros los árboles, la tierra
manchada por la nieve),
parecía, no realidad, mas copia
triste sin realidad. Entonces,
ante el umbral, dijiste:
viviendo aquí serías
fantasma de ti mismo.
Inhóspita en su adorno
parsimonioso, porcelanas, bronces,
muebles chinos, la casa
oscura toda era,
pálidas sus ventanas sobre el río,
y el color se escondía
en un retablo español, en un lienzo
francés, su brío amedrentado.
Entre aquellos despojos,
proyecto, el dueño estaba
sentado junto a su retrato
por artista a la moda en años idos,
imagen fatua y fácil
del diletante, divertido entonces
comprando lo que una fe creara
en otro tiempo y otra tierra.
Allí con sus iguales,
damas imperativas bajo sus afeites,
caballeros seguros de sí mismos,
rito social cumplía,
y entre el diálogo moroso,
tú oyendo alguien me dijo: "Me ofrecieron
la primera edición de un poeta raro,
y la he comprado", tu emoción callaste.
Así, pensabas, el poeta
vive para esto, para esto
noches y días amargos, sin ayuda
de nadie, en la contienda
adonde, como el fénix, muere y nace,
para que años después, siglos
después, obtenga al fin el displicente
favor de un grande en este mundo.
Su vida ya puede excusarse,
porque ha muerto del todo;
su trabajo ahora cuenta,
domesticado para el mundo de ellos,
como otro objeto vano,
otro ornamento inútil;
y tú cobarde, mudo
te despediste ahí, como el que asiente,
más allá de la muerte, a la injusticia.
Mejor la destrucción, el fuego.

RAINER MARIA RILKE. Ofrenda




¡Oh, cómo florece mi cuerpo, desde cada vena,
con más aroma, desde que te reconozco!
Mira, ando más esbelto y más derecho,
y tú tan sólo esperas... ¿pero quién eres tú?

Mira; yo siento cómo distancio,
cómo pierdo lo antiguo, hoja tras hoja.
Sólo tu sonrisa permanece como muchas estrellas
sobre ti, y pronto también sobre mí.
.
A todo aquello que a través de mi infancia
sin nombre aún refulge, como el agua,
le voy a dar tu nombre en el altar
que está encendido de tu pelo
y rodeado, leve, con tus pechos

PAUL VERLAINE. Soñé contigo esta noche...








 Soñé contigo esta noche:

Te desfallecías de mil maneras
Y murmurabas tantas cosas...
Y yo, así como se saborea una fruta
Te besaba con toda la boca
Un poco por todas partes, monte, valle, llanura.
Era de una elasticidad,
De un resorte verdaderamente admirable:
Dios... ¡Qué aliento y qué cintura!
Y tú, querida, por tu parte,
Qué cintura, qué aliento y
Qué elasticidad de gacela...
Al despertar fue, en tus brazos,
Pero más aguda y más perfecta,
¡Exactamente la misma fiesta!

Versión de Víctor M. Londoño

cunnings, e. e. mi amor...




mi amor
tus cabellos son reino
                    cuyo reyes lo oscuro
tu frente es un vuelo de flores

tu cabeza es bosque vivo
                     lleno de pájaros que duermen
tus senos enjambres de abejas blancas
                     sobre la rama de tu cuerpo
tu cuerpo para mí es abril
en cuyas axilas está la aproximación de la primavera

tus muslos son caballos blancos atados a una carroza
                      de reyes
son el toque de un buen juglar
entre ellos hay siempre un dulce canto

mi amor
tu cabeza es un estuche
                       para la fresca joya de tu mente
en tu cabeza el pelo es un guerrero
                       que ignora la derrota
tu cabello en tu espalda es un ejército
                        con victoria y trompetas
tus piernas son los árboles del sueño
cuyo fruto es el verdadero alimento del olvido

son sátrapas de púrpura tus labios
                        cuyos besos ensamblan a los reyes
tus pulsos
son sagrados
                        custodios de las llaves de tu sangre
tus pies en tus tobillos como flores en vasos
                        de plata

tu belleza es dilema de las flautas

                        tus ojos son perfidia
de campanas metidas entre incienso

Versión de Alfonso Canales
-e.e. Cummings poemas- 

Alberto Corazón , Editor, 1969