jueves, 31 de enero de 2008

ANNA AJMÁTOVA. Las rosas de Modigliani





En 1911, la poeta conoció en París a Amedeo Modigliani, vivieron un hermoso romance quedando infinidad de testimonios

En su obra "Las rosas de Modigliani", podemos encontrar pasajes tan exquisitos como éste, que explica el título de la obra:

  ...Una vez no nos entendimos al concertar una cita. Fui a buscarlo pero no lo encontré en su casa. Decidí esperarlo unos minutos. Llevaba yo entre los brazos un ramo de rosas rojas. La ventana que hay sobre las puertas cerradas del taller estaba abierta. No sabiendo qué hacer, me puse a tirar las rosas dentro. Después, sin esperar a Modigliani, me marché. Cuando nos vimos, me manifestó su asombro: ¿cómo había podido entrar en la habitación cerrada, si la llave la tenía él? Le expliqué lo que había hecho. "No es posible: ¡estaban tan bien esparcidas por el suelo!"...

sábado, 26 de enero de 2008

LEÓN FELIPE. CREDO


Aquí estoy…

En este mundo todavía… Viejo y cansado… Esperando

a que me llamen…


Muchas veces he querido escaparme por la puerta maldita

y condenada

y siempre un ángel invisible me ha tocado en el hombro

y me ha dicho severo:

No, no es la hora todavía… hay que esperar…

Y aquí estoy esperando…

con el mismo traje viejo de ayer,

haciendo recuentos y memoria,

haciendo examen de conciencia,

escudriñando agudamente mi vida…

¡Qué desastre!… ¡Ni un talento!… Todo lo perdí.

Sólo mis ojos saben aún llorar. Esto es lo que me queda…

Y mi esperanza se levanta para decir acongojada:

Otra vez lo haré mejor, Señor,

porque… ¿no es cierto que volvemos a nacer?

¿No es cierto que de alguna manera volvemos a nacer?

Creo que Dios nos da siempre otra vida,




otras vidas nuevas vidas

otros cuerpos con otras herramientas,

con otros instrumentos… Otras cajas sonoras

donde el alma inmortal y viajera se mueva mejor

para ir corrigiendo lentamente,

muy lentamente, a través de los siglos,

nuestros viejos pecados,

nuestros tercos pecados…

para ir eliminando poco a poco

el veneno original de nuestra sangre

que viene de muy lejos.

Corre el tiempo y lo derrumba todo, lo transforma todo.

Sin embargo pasan los siglos y el alma está, en otro sitio…

¡pero está!

Creo que tenemos muchas vidas,

que todas son purgatorios sucesivos,

y que esos purgatorios sucesivos, todos juntos,

constituyen el infierno, el infierno purificador,

al final del cual está la Luz, el Gran Dios, esperándonos.

Ni el infierno… ni el fuego y el dolor son eternos.

Sólo la Luz brilla sin tregua,

diamantina,

infinita,

misericordiosa,

perdurable por los siglos de los siglos…

Ahí está siempre con sus divinos atributos.

Sólo mis ojos hoy son incapaces de verla…

estos pobres ojos que no saben aún mas que llorar.

domingo, 20 de enero de 2008

PAUL VERLAINE. Las conchas





Cada concha incrustada
En la gruta donde nos amamos,
Tiene su particularidad.

Una tiene la púrpura de nuestras almas,
Hurtada a la sangre de nuestros corazones,
Cuando yo ardo y tú te inflamas;

Esa otra simula tus languideces
Y tu palidez cuando, cansada,
Me reprochas mis ojos burlones;

Esa de ahí imita la gracia
De tu oreja, y aquella otra
Tu rosada nuca, corta y gruesa;

Pero una, entre todas, es la que me turba.

CHARLES BAUDELAIRE. Elevación






Por encima de estanque
s, por encima de valles,
De montañas y bosques, de mares y de nubes,
Más allá de los soles, más allá de los éteres,
Más allá del confín de estrelladas esferas,


Te desplazas, mi espíritu, con toda agilidad
Y como un nadador que se extasía en las olas,
Alegremente surcas la inmensidad profunda
Con voluptuosidad indecible y viril.

Escápate muy lejos de estos mórbidos miasmas,
Sube a purificarte al aire superior
Y apura, como un noble y divino licor,
La luz clara que inunda los límpidos espacios.

Detrás de los hastíos y los hondos pesares
Que abruman con su peso la neblinosa vida,
¡Feliz aquel que puede con brioso aleteo
Lanzarse hacia los campos luminosos y calmos!

Aquel cuyas ideas, cual si fueran alondras,
Levantan hacia el cielo matutino su vuelo
-¡Que planea sobre todo, y sabe sin esfuerzo,
La lengua de las flores y de las cosas mudas!

CHARLES BAUDELAIRE. El albatros






Por distraerse, a veces, suelen los marineros
Dar caza a los albatros, grandes aves del mar,
Que siguen, indolentes compañeros de viaje,
Al navío surcando los amargos abismos.

Apenas los arrojan sobre las tablas húmedas,
Estos reyes celestes, torpes y avergonzados,
Dejan penosamente arrastrando las alas,
Sus grandes alas blancas semejantes a remos.

Este alado viajero, ¡qué inútil y qué débil!
Él, otrora tan bello, ¡qué feo y qué grotesco!
¡Éste quema su pico, sádico, con la pipa,
Aquél, mima cojeando al planeador inválido!

El Poeta es igual a este señor del nublo,
Que habita la tormenta y ríe del ballestero.
Exiliado en la tierra, sufriendo el griterío,
Sus alas de gigante le impiden caminar.

sábado, 19 de enero de 2008

PAUL CEZANNE. NATURALEZAS MUERTAS








LUIS CERNUDA. EL VIENTO Y EL ALMA


Con tal vehemencia el viento
viene del mar, que sus sones
elementales contagian
el silencio de la noche.

Solo en tu cama le escuchas
insistente en los cristales
tocar, llorando y llamando
como perdido sin nadie.

Mas no es él quien en desvelo
te tiene, sino otra fuerza
de que tu cuerpo es hoy cárcel,
fue viento libre, y recuerda.

jueves, 17 de enero de 2008

LUIS CERNUDA. Donde habite el olvido...

 Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.

Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.

En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.

Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.

Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.

Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.

miércoles, 2 de enero de 2008

RABINDRANATH TAGORE. El último trato






Una mañana iba yo por la pedregosa carretera, 
cuando espada en mano, llegó el Rey en su carroza. 
"¡Me vendo!", grité. el Rey me cogió de la mano y me dijo: 
"Soy poderoso, puedo comprarte." Pero de nada le valió su poderío 
y se volvió sin mí en su carroza.

Las casas estaban cerradas en el sol del mediodía 
y yo vagaba por el callejón retorcido 
cuando un viejo cargado con un saco de oro me salió al encuentro. 
Dudó un momento, y me dijo: "Soy rico, puedo comprarte."  
Una a una ponderó sus monedas. Pero yo le volví la espalda y me fui.

Anochecía y el seto del jardín estaba todo en flor. 
Una muchacha gentil apareció delante de mí, y me dijo: 
"Te compro con mi sonrisa." Pero su sonrisa palideció 
y se borró en sus lágrimas. Y se volvió sola otra vez a la sombra.

El sol relucía en la arena y las olas del mar rompían caprichosamente. 
Un niño estaba sentado en la playa jugando con las conchas. 
Levantó la cabeza y, como si me conociera, me dijo: 
"Puedo comprarte con nada." Desde que hice este trato jugando, soy libre.